martes, 30 de octubre de 2007

El Lavagnamóvil recorrió sus últimos kilómetros en La Matanza

HUBO MOMENTOS EMOTIVOS Y OTROS MAS DISTENDIDOS

En un maratónico cierre en el conurbano bonaerense, el líder de UNA estuvo con un grupo de madres contra la impunidad y con estudiantes universitarios.

De acá para allá. Así se mueven los colaboradores de Roberto Lavagna en el cierre de la campaña. El candidato había estado por la mañana en La Plata y en Lomas de Zamora, pero eso no es suficiente para el hombre de UNA (Una Nación Avanzada) quien por la tarde ya aseguró su presencia en San Justo, en el Partido de La Matanza.
La caravana lavagnista parte del Centro de Buenos Aires cerca de las cuatro de la tarde en una combi. El grupo está compuesto por unos pocos periodistas y hombres del partido que ofician de coordinadores. Una hora más tarde, el chofer estaciona en el playón de un hipermercado en La Matanza. La espera bajo el sol se hace algo larga. Nadie entiende qué es lo que pasa.
Veinte minutos después llega Lavagna al lugar vestido con camisa y pantalón de jean. El hombre saluda uno por uno a los periodistas y suelta una frase insólita: “El Lavagnamóvil se perdió, quedó como veinte cuadras atrás”. Se trata del micro de dos pisos con el que el candidato recorrió la Ciudad y el conurbano bonaerense y que ahora se encontraba desorientado. Finalmente llega el enorme vehículo, el cual tiene impresa la figura del candidato en ambos lados y atrás uno de los slogan del candidato: “Argentina tiene con qué”. Los periodistas pasan al micro de campaña. El viaje puede proseguir.
A las cinco y media de la tarde, la hora pactada, el Lavagnamóvil estaciona a unos metros de la sede da la asociación Madres de La Matanza contra la Impunidad. La humilde casa se ubica en la calle Peribuey 2383. Allí adentro, en una pequeña habitación, las madres esperan a Lavagna y a su candidato a vicepresidente, Gerardo Morales, sentadas alrededor de una mesa. Cada una de ellas porta un prendedor con el rostro de un chico. Las paredes celestes están despintadas, el techo blanco tiene varias manchas de humedad, en las paredes fotos de más jóvenes y recortes de diarios en los que se hace mención al “gatillo fácil”. En ese pequeño recinto, gaseosa y agua de por medio, el candidato de UNA dialoga con ese grupo de madres y les explica su plan de seguridad.
Mientras adentro reina la emotividad, afuera hay un caos de tránsito. Es que el Lavagnamóvil estacionado ocupa un carril entero de la angosta calle que encima es doble mano. Los bocinazos, los insultos y las maniobras arriesgadas para pasar cómo sea se reiteran una y otra vez.
Minutos después, la fórmula de UNA deja ese lugar. La caravana continúa, ahora el itinerario marca Universidad Nacional de La Matanza. Al llegar, la sorpresa de los jóvenes es grande: “Mirá es Lavagna”, le dice una chica a su amiga y señala al hombre del día. Rodeado de sus colaboradores y de algunos curiosos que decidieron seguirlo, Lavagna y Morales recorren los pasillos de la facultad. Una profesora saluda al primero y aprovecha para tomarse una foto. El recorrido sigue, los candidatos no dejan un solo rincón sin visitar. Llegan a la pista de atletismo y uno de los asistentes le dice a modo de broma: “Recorriste ochenta mil kilómetros y ahora no tenés aire para dar una vuelta”. Lavagna se ríe, lo mismo hace Morales, mientras habla por celular.
La noche está cayendo. Agotado, Lavagna agradece por el apoyo recibido y se sube a un auto particular. A la caravana sólo le queda emprender el camino de regreso tras un día agotador.

Gabriel Sabino

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